Mientras que los políticos en el Perú se preguntan por qué
se debe de tener el servicio militar obligatorio, reproduciremos un artículo de
Es válido preguntarse cuáles son
las funciones que deben cumplir las Fuerzas Armadas chilenas y, como
consecuencia de lo anterior, cuáles son las Fuerzas Armadas que Chile necesita
tener, y si las mismas rinden lo que esperamos de ellas
En dos artículos recientes,
Fabiana Santa Rosa ha planteado que, siguiendo el ejemplo de Costa Rica, Chile
debería deshacerse de sus Fuerzas Armadas.([1]) En su opinión, la inversión en
Defensa se debería redestinar a Salud y Educación, atendido que los países con
los cuales mantiene controversias, esto es, Perú y Bolivia, han optado por
mecanismos de solución pacíficos, y que “en caso de extrema necesidad, Chile
podrá firmar acuerdos y tratados de cooperación militar con otros países, como
Brasil, que comparten mutua admiración por sus directrices de relaciones
exteriores, comerciales y Económicas y que tienen suficiente contingente para
atender a ambos países.” Asegura, además, que “este respaldo elimina cualquier
duda frente a la necesidad de tener una institución militar funcionando en
Chile en caso de una eventual emergencia.”
Santa Rosa remata sus
argumentaciones afirmando – fundamentalmente – que “la estrategia que el país
ha utilizado para resolver sus conflictos internacionales ha sido a través de
los medios diplomáticos, acciones a su vez muy bien vistas por la sociedad internacional” y que “lo que vale destacar es que en la
actualidad, hay una sobre oferta de fuerza militar en Chile que está
subutilizada en funciones no correspondientes al perfil militar – como de ayuda
humanitaria y de desastres naturales –, mientras que hay una demanda de mayores
recursos y mejor capacitación de policías que el país no logra solucionar.”
Antes de consignar algunas
razones por las cuales Chile sí debe contar con Fuerzas Armadas, parece
necesario anotar previamente que Santa Rosa apunta derechamente a que el país
pase a depender militarmente de Brasil. Sin perjuicio de que ni siquiera Brasil
tiene un contingente militar para satisfacer sus propias necesidades de
Defensa, atendida la vastedad de la Amazonía y las amplias áreas marítimas donde
se han encontrado reservas petroleras, el modelo de desarrollo brasileño es
sustancialmente distinto al chileno, por lo que no es efectivo que ambos países
compartan “mutua admiración por sus directrices de relaciones comerciales y
económicas.”
En segundo lugar, no es efectivo
que depender militarmente de Brasil o de un tercer país “elimina cualquier duda
frente a la necesidad de tener una institución militar funcionando en Chile en
caso de una eventual emergencia”. Por el contrario, una solución tal siembra
una duda enorme y permanente frente a los desafíos de seguridad, ya que cada
vez que se requiera asistencia de este país “garante” (por llamarlo de alguna
manera), previo a prestar dicha ayuda, tal país realizará un análisis de
conveniencia interna. En la arena internacional nadie se juega por otro sin
realizar previamente, a lo menos, un mínimo análisis de “pros” y “contras”
desde el punto de vista de sus propios intereses.
Tercero, atendido el resultado
del reciente arbitraje internacional que enfrentó a Chile y Perú ante la Corte
Internacional de La Haya y el desarrollo – hasta ahora – del arbitraje
internacional iniciado por Bolivia ante el mismo tribunal, parece necesario
cuestionar si la “estrategia que el país ha utilizado para resolver sus
conflictos internacionales (…)a través de los medios diplomáticos, acciones a
su vez muy bien vistas por la sociedad internacional”, son vistas de igual
manera por la sociedad nacional, atendidos los magros resultados obtenidos y
los horizontes que se perfilan. Por el contrario, dicha experiencia sugiere
precisamente lo contrario de que lo plantea Santa Rosa, esto es, resulta
necesario revisar la idoneidad de dicha estrategia para satisfacer nuestras
pretensiones.
En cuarto lugar, la autora en
cuestión, omite en su análisis la situación que vivió Chile con Argentina hace
poco más de 30 años: una movilización sin precedentes de nuestra Fuerzas
Armadas, junto a la intervención del Papa Juan Pablo II, permitió que ambos
países alcanzaran un acuerdo (el Tratado de Paz y Amistad de 1984), que ha
llevado a que con Argentina tengamos mejores relaciones que con nuestros otros
dos vecinos. ¿Argentina habría aceptado la mediación papal de no haberse
movilizado las Fuerzas Armadas chilenas en la forma en que lo hicieron? Parece
evidente que no. Por último, consignamos que la posición de Santa Rosa no
aparece del todo clara, atendido que por una parte sostiene que las Fuerzas
Armadas serían innecesarias para Chile, por lo que el país debería prescindir
de ellas, y, por otra parte, afirma que “hay una sobre oferta de fuerza militar
en Chile que está subutilizada en funciones no correspondientes al perfil
militar”. Esta última afirmación es contradictoria con la primera atendido que
no se afirma ahora que se deba prescindir de las Fuerzas Armadas, sino que
éstas serían excesivas en función de lo que Chile necesita.
Establecido todo lo anterior y
sin pretender agotar el tema, estimamos que existen diversas razones para
afirmar por qué Chile sí debe contar con Fuerzas Armadas.
1.- Chile necesita tener Fuerzas
Armadas para asegurarse de que países que tienen reivindicaciones – como Perú y
Bolivia – prefieran utilizar mecanismos de solución pacífica de controversias,
esto es, que opten por los mecanismos reconocidos por el Derecho Internacional.
2.- Precisamente para que el
Derecho Internacional funcione, puesto que no existe un mecanismo supranacional
que brinde la coerción que requieren las normas jurídicas que lo integran,
dicha coerción es proporcionada por las Fuerzas Armadas de los países que, como
Chile, integran la Organización de Naciones Unidas.
3.- El país requiere contar con
Fuerzas Armadas porque existen gobiernos – como el de Putin, en Rusia – que no
han respetado el Derecho Internacional y que tienen afanes expansionistas.
Atendido el amplio espectro de gobiernos que producen los países
latinoamericanos, no se puede descartar de plano que, en el futuro, no vaya a
existir un gobierno así en nuestra región. Es más, la retórica utilizada
recientemente por Evo Morales en contra de Chile, da a entender que, si contara
con una ventaja militar suficiente, no dudaría en utilizarla.
4.- La economía chilena depende
vitalmente del comercio internacional. Éste – y en una perspectiva más amplia,
el perfeccionamiento de la logística – junto con el desarrollo de las
tecnologías de la información, han permitido conformar el fenómeno o paradigma
llamado “Globalización”. En otras palabras, la economía chilena no sólo se ha
beneficiado con la Globalización, sino que, más aún, requiere de ella. Como
consecuencia de lo anterior, se puede afirmar que Chile requiere que la
Globalización funcione. Sin embargo, existan actores internacionales,
particularmente de carácter no gubernamental, que se oponen a dicho fenómeno o
paradigma y que, incluso más, no han dudado en recurrir a la fuerza para
oponerse a ella o para obtener provecho ilícito de ella. La operación Atalanta,
que se desarrolla en torno al Cuerno de África, es una demostración clara de
una situación que ha requerido el empleo de medios militares para proteger el
tráfico marítimo. Al parecer, tanto Perú como Colombia analizan el envío de
unidades navales a tal misión. En este sentido, llama la atención la pasividad
de Chile, que resulta incomprensible dado su liderazgo en el ámbito naval
regional.
5.- Las relaciones
internacionales no son sólo de naturaleza comercial, sino que ellas también
deben responder a principios y valores, propios de nuestra cultura y de nuestra
visión y concepción del mundo. Así, por ejemplo, el respeto a la vida, la solidaridad
y la protección del desvalido son principios y valores con los que rápidamente
nos identificamos. Por ello, ante graves atropellos que ocurren en distintas
partes del mundo, no podemos permanecer indiferentes. Las matanzas o secuestros
masivos de menores, cometidos recientemente en Pakistán o Nigeria, o los
genocidios en Ruanda y Burundi, ocurridos hace algunos años atrás, no nos
pueden resultar indiferentes.
Hay situaciones, particularmente ante estados
fallidos, en que la comunidad internacional debe intervenir para frenar
atrocidades semejantes. Al efecto, la ONU plantea la “Responsabilidad de
Proteger”, uno de cuyos principios señala que “si resulta evidente que un
Estado no protege a su población la comunidad internacional debe estar dispuesta
a adoptar medidas colectivas para hacerlo, de conformidad con la Carta de las
Naciones Unidas.” En línea con lo anterior, la letra b) del artículo 15 de la
ley Nº 19.067 permite al Presidente de la República disponer la rápida o
inmediata salida del territorio de tropas nacionales “cuando haya acogido la
solicitud del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas
para que sus Estados miembros envíen con urgencia tropas para impedir graves
daños a la población civil en una zona de conflicto armado, y se requiera que
dichas tropas se desplieguen de manera inmediata.” En una perspectiva más
amplia, dicha ley regula, entre otras materias, la salida de tropas nacionales
del territorio de la República para participar en Operaciones de Paz dispuestas
en conformidad a la Carta de las Naciones Unidas. Estas últimas son, por tanto,
distintas de las operaciones a que se refiere la letra b) del artículo 15,
antes citado.
6.- La necesidad de proteger,
rescatar o evacuar a personas no combatientes ni armadas de nacionalidad
chilena que se encuentren en una zona de conflicto armado con peligro inminente
para sus vidas, supone, por lo dispuesto en la letra a) del artículo 15 de la
ley Nº 19.067, que se envíen, para tal efecto, a tropas nacionales fuera del
territorio de la República. Dicha disposición establece un procedimiento
expedito para que se envíe al extranjero hasta una unidad fundamental, una
compañía o su equivalente. La salida de contingentes superiores, está regulada
por el título II de dicha ley.
7.- Finalmente, en mi opinión, el
pragmatismo también justifica que tengamos Fuerzas Armadas. Ello, desde tres
puntos de vista:
a) Dentro del aparato público
chileno, las Fuerzas Armadas tienen una capacidad operativa y organizativa
única, que no ha sido replicada por ningún otro ente. Ello queda de manifiesto
ante cada desastre natural que, de tiempo en tiempo, nos asola. Ante
situaciones particularmente graves, sólo las Fuerzas Armadas pueden – en Chile
– intervenir rápidamente y en forma eficaz, proporcionando contingentes
relevante para hacerse cargo de operativos masivos. Evidentemente, esta
capacidad podría ser replicada por un ente civil dentro del Estado, pero ello
supondría duplicar una capacidad ya existente en las Fuerzas Armadas. En este
sentido, anotamos que la ONEMI, ante emergencias mayores, no ha sido capaz de
proporcionar respuestas eficaces sin recurrir a las Fuerzas Armadas. Por lo
demás, la capacidad de Asistencia Humanitaria o de apoyo Desastres Naturales,
con que ya cuentan las Fuerzas Armadas, no sólo se puede aplicar respecto de
situaciones internas, sino también en el marco de operaciones de cooperación
internacional.
b) En años recientes, Chile ha
realizado una inversión relevante en Defensa. Así, hemos adquiridas capacidades
muy importantes. La pregunta obvia que sigue es: ¿Debemos perder la inversión
realizada y las capacidades adquiridas? A lo menos hasta hace un año existía un
relativo consenso político en que no se podían perder dichas capacidades, no se
podía permitir la “chatarrización”.
Para poner en su debido contexto
de qué estamos hablando, parece necesario hacer un breve, aunque muy burdo
paralelo con Brasil, país que tiene poco más de 200 millones de habitantes y un
producto geográfico bruto que corresponde al 8º en el mundo; Chile, en cambio,
con poco más de 17 millones de habitantes, tiene un producto geográfico bruto
que nos coloca en el puesto 43 a nivel mundial.
Al día de hoy:
- Brasil tiene cerca de 70
aviones supersónicos F-5E modernizados; Chile tiene más de una decena F-5E
modernizados, pero además, tiene 44 F-16, mucho más modernos. La diferencia no
es muy grande.
- Brasil tiene alrededor de 290
tanques Leopard I y M-60; Chile, por su parte, tiene alrededor de 150 tanques
Leopard II, mucho más modernos que los anteriores.
- Brasil tiene 9 fragatas; Chile
tiene 8 fragatas, pero más modernas.
- Brasil tiene 5 submarinos
convencionales; Chile tiene 4, pero más modernos.
Se podrá afirmar que, en función
de su tamaño relativo, Chile ha invertido demasiado en Defensa o que Brasil ha
invertido muy poco. Sin embargo, lo cierto es que en la actualidad Chile tiene
capacidades que no distan enormemente de las de Brasil. ¿Qué debemos hacer?
¿Deshacernos de lo que tenemos y depender de Brasil para que nos proporcione
nuestra seguridad exterior? No sería mejor asumir que tenemos grandes
capacidades, que nos ha costado mucho alcanzar y que, en algunos casos, debemos
cooperar con Brasil o con otros países, para actuar conjunta o coordinadamente,
en materias de seguridad exterior?
c) En la actualidad, las Fuerzas
Armadas chilenas prestan relevantes servicios tanto en la protección de
nuestros recursos naturales, como la enorme riqueza pesquera del Pacífico
Suroriental, como en los renovados esfuerzos que el Gobierno está realizando en
la Antártica. Nuevamente, si ya tenemos estas capacidades, ¿vale la pena
deshacerse de ellas, para replicarlas en otros entes dentro del aparato público
nacional?
A modo de conclusión, consigno,
en primer lugar, que me parece legítimo que se plantee la pregunta en cuanto a
si Chile debe tener o no Fuerzas Armadas. Como lo he señalado, en mi opinión,
es evidente que sí debe tenerlas, por las razones antes anotadas.
Dicho lo anterior, me parece
válido preguntarse cuáles son las funciones que deben cumplir las Fuerzas
Armadas chilenas y, como consecuencia de lo anterior, cuáles son las Fuerzas
Armadas que Chile necesita tener, y si las mismas rinden lo que esperamos de
ellas. En esta línea, tenemos que ser capaces, como país, de integrar
adecuadamente el accionar de nuestras Fuerzas Armadas en la gestión de la
Cancillería, de manera que ellas sean efectivamente una herramienta de la
Política Exterior del Estado. Me parece que en la medida que estos temas se
debatan públicamente y con altura de miras, se podrán alcanzar consensos en
torno a ellas, en para que sean debidamente conocidas y comprendidas por la
ciudadanía, de manera que tengan un amplio respaldo ciudadano y una legitimidad
indiscutida.
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