El pasado 30 de mayo en el Panteón de los Héroes, Santuario
Patriótico, se conmemoró el 149º aniversario de la muerte de uno de los
patriotas más notable que registró la historia de nuestro país, militar,
gobernante y estadista, Gran Mariscal Ramón Castilla y Marquesado, quien se
consagró por entero a la grandeza de la nación.
Luego de celebrase la acción litúrgica, se procedió a la
lectura del credo patriótico a la gloria del Gran Mariscal del Perú; acto
seguido, la colocación de ofrendas florales a nombre del Instituto San
Martiniano y del Centro de Estudios Históricos Militares del Perú.
Las palabras de reflexión estuvieron a cargo del General de
Brigada Herrmann Fritz Hamann Carrillo, Presidente del Instituto Libertador
Ramón Castilla, quien habló de la vida del libertador, de su inmenso amor a la
patria, de sus valores morales y espirituales. Al recordar la muerte del
insigne patriota, nos conmueve por ese idealismo unificador, trato justo y de
igualdad que lo distingue como el Soldado de la Ley.
Estuvieron presentes en este acto de gran solemnidad,
autoridades civiles y el personal militar de las Fuerzas armadas y la Policía
Nacional del Perú.
Cabe recordar, que Ramón Castilla fue un militar y político
peruano que llegó a ser Presidente del Perú en dos ocasiones: de 1845 a 1851
(como Presidente Constitucional) y de 1855 a 1862 (inicialmente como Presidente
Provisorio y luego Constitucional).
Es considerado el primer presidente progresista e innovador
de la República peruana, y a decir del historiador Jorge Basadre, con él empezó
realmente el período republicano en el Perú, pues sus antecesores habían
dedicado más tiempo a las guerras y contiendas civiles. Sus importantes
reformas en la política y la sociedad de su tiempo confirman estos asertos; la
más recordada de sus obras es la manumisión de los esclavos negros, decretada
oficialmente en 1854.
Pero también dio la ley de la libertad de prensa, fundó el
servicio diplomático; reformó la administración pública; estableció el
presupuesto;8 pagó la deuda externa e interna; organizó el Consejo de
Ministros, creando su presidencia; inició la reforma educativa abandonando los
moldes coloniales; modernizó el ejército; creó una fuerza naval respetable.
Castilla, como buen militar, puso mucha dedicación a la
defensa nacional, teniendo en cuenta que el Perú limitaba con cuatro países. Su
estancia prolongada en Chile, en tiempos del todopoderoso ministro Portales, lo
hizo ver claramente el peligro que significaba para el Perú estar desarmado
ante vecinos siempre dispuestos a agredir. Por ello hizo las siguientes obras:
Se esforzó en dar al ejército
la capacidad técnica necesaria y lo dotó de armamento moderno. Se trajeron
fusiles de percusión; los viejos cañones fueron reemplazados con modernos
obuses de mayor calibre, instalándose una maestranza de armería para su
reparación y una fundición de cobre y hierro en Bellavista para fabricar
nuevos. Se reabrió el Colegio Militar de Bellavista.
Dotó al país de una escuadra eficiente, adquiriendo la
fragata Mercedes y los bergantines Guisse y Gamarra. Adquirió además el primer
barco de guerra a vapor que llegó a Sudamérica, el Rímac (julio de 1847) y
después adquirió otro, la fragata Amazonas, que llegó durante el gobierno
siguiente. Se dice que la política naval de Castilla era: «Si Chile construye
un barco, el Perú debe construir dos». El Perú se convirtió en la primera
potencia naval de Sudamérica. Construyó
el apostadero naval de Paita.
Construyó la Factoría Naval de Bellavista, para atender al
mantenimiento y reparación de las unidades navales. Contaba también con una
fundición. Llegó a ser la mejor de Sudamérica y sería destruida por los
chilenos en 1881.
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